Arrolladora
Ah, el regocijo de saberte rosa,
y orquídea, y crisantemo, y peonía,
y también de ocultar la rebeldía
que te hace, por gentil, tan peligrosa.
Ruedas sobre el perfil de cada cosa
como si el mundo fuera tu alquería,
brotando surtidores de energía
en torno tuyo, voluntad que acosa.
Nadie le ha impuesto límites ni frenos
a tu voracidad. Muslos y senos
son tu arsenal, mortífero y galante.
En estas horas de la tarde quieta,
arróllame, aniquílame, completa
tu destrucción: Déjame ser tu amante.
Francisco Álvarez Hidalgo
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