LEOPOLDO MARÍA PANERO
EL RAPTO DE LINDBERG
Al amanecer los niños montaron en sus triciclos, y nunca regresaron.
Leopoldo María Panero nace en Madrid en 1948. Es incluido muy joven en la que acabó siendo la legendaria antología de José María Castellet "Nueve novísimos poetas españoles" (Barral, 1970). En los más de 30 años transcurridos desde entonces, mientras el resto de sus compañeros de generación han pasado ha engrosar el parnaso de la excelencia de nuestras letras, Panero se ha convertido en el único poeta maldito que ha conocido nuestra literatura en ese tiempo. Mientras los otros ganaban premios, ocupaban cargos y debatían en las tertulias de los distintos medios de comunicación, Panero languidecía en cárceles, manicomios y sórdidas pensiones.
Hijo de Leopoldo Panero, sobrino de Juan Panero y hermano de Juan Luis Panero, todos ellos poetas de sugerente voz. En 1976 Jaime Chavarri inicia el rodaje de lo que tenía que ser un reportaje sobre el padre: Leopoldo Panero, el material se convierte en la película “El desencanto” que acabará siendo un símbolo tanto de la familia como de la época y será una película de culto para toda una generación. En “El desencanto” la madre, paradójicamente llamada Felicidad, y dos de sus hijos, retratan a través de sus recuerdos al poeta, siempre ausente, mientras que en la segunda Leopoldo María, el hijo, se convierte en el eje central del film. Pero, sobre esta peculiar y decadente estampa familiar pesa el reflejo de una época que se agota. Los últimos coletazos del franquismo se dejan ver a través de la evocación de la vieja gloria de quien fuera uno de los escritores oficiales del régimen. El Desencanto fue además la última película mutilada por la censura cinematográfica en España y una de las obras de Chávarri más reconocidas por la crítica. Ya en 1994 llegaría Después de tantos años, película en la que Ricardo Franco retoma la labor de retratista emprendida por Jaime Chávarri dos décadas antes. Al igual que tantos descendientes de los prohombres del régimen franquista –su padre, pese a haber estado a punto de ser fusilado a comienzos de la guerra por los nacionales como consecuencia de su amistad con destacados poetas comunistas, terminó por alistarse en las tropas de Franco para acabar, ya en los años 50, siendo director del Instituto de Cultura Hispánica–, el joven Panero se siente fascinado por la izquierda radical. Vive pues con la pasión que corresponde la aventura de la clandestinidad.
Su militancia antifranquista constituirá el primero de sus grandes desastres y le valdrá su primera estancia en prisión. De aquellos años jóvenes datan también sus primeras experiencias con las drogas. No obstante, se engañan quienes piensan que sus viajes a los paraísos artificiales los que le llevaron al manicomio por primera vez. Es el resquebrajamiento de un paraíso tan verdadero como la infancia y, sobre todo la exacerbación de la lectura, lo que –si es que verdaderamente la ha perdido– hace a Panero perder la razón. Las voces que oye nuestro poeta nada tienen que ver con esas otras que agobian a los desequilibrados entre los que vive desde hace más de 15 años. En los oídos de Panero susurran Lewis Carroll, Edgar Allan Poe, James M. Barrie, H. P. Lovecraft...
Es por ello que sus constantes reclusiones no le impiden desarrollar una copiosa bibliografía no sólo como poeta, sino también como traductor, ensayista e incluso narrador.
Leopoldo María Panero, poeta terminal (como lo fueran Rimbaud, Lautrèamont, Blake, Bataille, Artaud, Baudelaire…), hijo y hermano de literatos, narrador de cuentos imposibles, ensayista desequilibrante, actor en películas sobre sí mismo, esquizofrénico, suicida, vagabundo, alcohólico..., ha hecho lo que sólo unos pocos elegidos, particularmente temerarios, pueden llevar a cabo: mezclar vida
La obra de Panero posee una profundidad lírica inaudita, lacerante, explosiva. Nos salva al tiempo que nos condena y literatura, y vivir para contarlo.
Leopoldo María Panero no sólo es el único poeta maldito de nuestro panorama literario, sino también el transgresor por antonomasia de nuestras letras y uno de los mejores poetas de su generación.
Fuente: Escritores.org
El circo
Dos atletas saltan de un lado a otro de mi alma
lanzando gritos y bromeando acerca de la vida:
y no sé sus nombres. Y en mi alma vacía escucho siempre
cómo se balancean los trapecios. Dos
atletas saltan de un lado a otro de mi alma
contentos de que esté tan vacía.
Y oigo
oigo en el espacio sonidos
una y otra vez el chirriar de los trapecios
una y otra vez.
Una mujer sin rostro canta de pie sobre mi alma,
una mujer sin rostro sobre mi alma en el suelo,
mi alma, mi alma: y repito esa palabra
no sé si como un niño llamando a su madre a la luz,
en confusos sonidos y con llantos, o bien simplemente
para hacer ver que no tiene sentido.
Mi alma. Mi alma
es como tierra dura que pisotean sin verla
caballos y carrozas y pies, y seres
que no existen y de cuyos ojos
mana mi sangre hoy, ayer, mañana. Seres
sin cabeza cantarán sobre mi tumba
una canción incomprensible.
Y se repartirán los huesos de mi alma.
Mi alma.
Mi hermano muerto fuma un cigarrillo junto a mí.
Hijo de Leopoldo Panero, sobrino de Juan Panero y hermano de Juan Luis Panero, todos ellos poetas de sugerente voz. En 1976 Jaime Chavarri inicia el rodaje de lo que tenía que ser un reportaje sobre el padre: Leopoldo Panero, el material se convierte en la película “El desencanto” que acabará siendo un símbolo tanto de la familia como de la época y será una película de culto para toda una generación. En “El desencanto” la madre, paradójicamente llamada Felicidad, y dos de sus hijos, retratan a través de sus recuerdos al poeta, siempre ausente, mientras que en la segunda Leopoldo María, el hijo, se convierte en el eje central del film. Pero, sobre esta peculiar y decadente estampa familiar pesa el reflejo de una época que se agota. Los últimos coletazos del franquismo se dejan ver a través de la evocación de la vieja gloria de quien fuera uno de los escritores oficiales del régimen. El Desencanto fue además la última película mutilada por la censura cinematográfica en España y una de las obras de Chávarri más reconocidas por la crítica. Ya en 1994 llegaría Después de tantos años, película en la que Ricardo Franco retoma la labor de retratista emprendida por Jaime Chávarri dos décadas antes. Al igual que tantos descendientes de los prohombres del régimen franquista –su padre, pese a haber estado a punto de ser fusilado a comienzos de la guerra por los nacionales como consecuencia de su amistad con destacados poetas comunistas, terminó por alistarse en las tropas de Franco para acabar, ya en los años 50, siendo director del Instituto de Cultura Hispánica–, el joven Panero se siente fascinado por la izquierda radical. Vive pues con la pasión que corresponde la aventura de la clandestinidad.
Su militancia antifranquista constituirá el primero de sus grandes desastres y le valdrá su primera estancia en prisión. De aquellos años jóvenes datan también sus primeras experiencias con las drogas. No obstante, se engañan quienes piensan que sus viajes a los paraísos artificiales los que le llevaron al manicomio por primera vez. Es el resquebrajamiento de un paraíso tan verdadero como la infancia y, sobre todo la exacerbación de la lectura, lo que –si es que verdaderamente la ha perdido– hace a Panero perder la razón. Las voces que oye nuestro poeta nada tienen que ver con esas otras que agobian a los desequilibrados entre los que vive desde hace más de 15 años. En los oídos de Panero susurran Lewis Carroll, Edgar Allan Poe, James M. Barrie, H. P. Lovecraft...
Es por ello que sus constantes reclusiones no le impiden desarrollar una copiosa bibliografía no sólo como poeta, sino también como traductor, ensayista e incluso narrador.
Leopoldo María Panero, poeta terminal (como lo fueran Rimbaud, Lautrèamont, Blake, Bataille, Artaud, Baudelaire…), hijo y hermano de literatos, narrador de cuentos imposibles, ensayista desequilibrante, actor en películas sobre sí mismo, esquizofrénico, suicida, vagabundo, alcohólico..., ha hecho lo que sólo unos pocos elegidos, particularmente temerarios, pueden llevar a cabo: mezclar vida
La obra de Panero posee una profundidad lírica inaudita, lacerante, explosiva. Nos salva al tiempo que nos condena y literatura, y vivir para contarlo.
Leopoldo María Panero no sólo es el único poeta maldito de nuestro panorama literario, sino también el transgresor por antonomasia de nuestras letras y uno de los mejores poetas de su generación.
Fuente: Escritores.org
El circo
Dos atletas saltan de un lado a otro de mi alma
lanzando gritos y bromeando acerca de la vida:
y no sé sus nombres. Y en mi alma vacía escucho siempre
cómo se balancean los trapecios. Dos
atletas saltan de un lado a otro de mi alma
contentos de que esté tan vacía.
Y oigo
oigo en el espacio sonidos
una y otra vez el chirriar de los trapecios
una y otra vez.
Una mujer sin rostro canta de pie sobre mi alma,
una mujer sin rostro sobre mi alma en el suelo,
mi alma, mi alma: y repito esa palabra
no sé si como un niño llamando a su madre a la luz,
en confusos sonidos y con llantos, o bien simplemente
para hacer ver que no tiene sentido.
Mi alma. Mi alma
es como tierra dura que pisotean sin verla
caballos y carrozas y pies, y seres
que no existen y de cuyos ojos
mana mi sangre hoy, ayer, mañana. Seres
sin cabeza cantarán sobre mi tumba
una canción incomprensible.
Y se repartirán los huesos de mi alma.
Mi alma.
Mi hermano muerto fuma un cigarrillo junto a mí.
0 comentarios:
Publicar un comentario