Madrid, 12/06/09.- Las editoriales Artemisa, Baile del Sol, Escalera, Errata Naturae y Salto de Página, moderados por la periodista Eva Orúe, debatieron ayer en la Feria del Libro de Madrid acerca del fracaso a la hora de vender un título concreto del catálogo y pusieron en común sus razones para publicarlo, qué historia hubo detrás de cada proyecto y si volverían, o no, a apostar por los mismos autores cuyas obras no recibieron una buena aceptación en el mercado. Traducido a cifras se refirieron a tiradas de unos 1.000 ejemplares de los que no llegan a manos de los lectores más de 200.
Otras cuestiones en torno a las que giró el encuentro fueron: el difícil acceso a los medios de comunicación, el escaso tiempo disponible para establecer relaciones más estrechas con distribuidores y libreros, la excesiva rotación de las novedades en los puntos de venta, lo mal tratados que se sienten por las grandes superficies, la importancia del diseño de las colecciones y la necesidad de arbitrar fórmulas para llegar a los lectores.
Entre los miembros de la mesa estuvo Carlos Jiménez Arribas (Viaje al ojo del caballo, Artemisa, 2007), quien disfruta del dudoso honor de ser el autor del libro “peor vendido”. En su caso apenas se han vendido la centena de ejemplares, aunque, por el contrario, es el libro más solicitado por Internet de la editorial Artemisa. Algunos medios aprovecharon la ocasión para entrevistarlo junto al más vendido, Ildefonso Falcones (La catedral del mar, Grijalbo, 2006; La mano de Fátima, Grijalbo, 2009), “algo así como Jiménez contra Falcones”, dijo Eva Orúe al presentar la denominada “contramesa” de la Feria. Sobre la posibilidad de un encuentro con Ildefonso Falcones, Jiménez Arribas afirmó que se siente “pequeño”, aunque los autores minoritarios son los microorganismos que permiten que los grandes felinos “puedan moverse por la sabana”.
A la pregunta de por qué se venden tan mal unas obras y otras se convierten en un éxito de masas incluso antes de aterrizar en las librerías, para Irene Antón, de Errata Naturae, la razón reside en la disponibilidad de recursos que poseen las grandes editoriales para la promoción contra lo que es imposible competir con unas estructuras empresariales pequeñas como las suyas. A ello añadió la falta de experiencia en muchos casos dada la juventud de algunos pequeños editores que quizás todavía “desconocen los mecanismos del mercado” y ya han experimentado cómo sus títulos llegan tarde a una campaña de Navidad. Pablo Mazo, de Salto de Página, manifestó la importancia de conocer las leyes de la mercadotecnia en un sector como el editorial: la novela por la que apostó su sello, Plop, de Rafael Pinedo, se puso a la venta en España en noviembre pasado “en un mal momento”. Pinedo, es un autor de culto en su Argentina natal, pero un absoluto desconocido para el lector español. “Con él nos ha ido especialmente mal”, reconoció Mazo.
Al desconocimiento del autor se añaden otros factores como la localización geográfica de las editoriales, que dificulta la promoción de las novedades. Algunas de ellas producen desde Canarias: “Para nuestras reducidas posibilidades, señaló Ángeles Alonso de Baile del Sol, hemos tenido que hacer un gran esfuerzo durante estos años para promocionar nuestras obras”. El género también condiciona. Para Irene Antón, “parece que la novela siempre tiene más éxito, quizás porque el ensayo “cuesta digerirlo”, incluso a los propios periodistas para hacer la crítica”. Pablo Mazo señaló también la nacionalidad del autor como factor que determina la garantía del éxito y todavía lo latinoamericano parece que cuesta. Talía Casado, de Escalera, hizo hincapié en la calidad de los textos: “que no se vendan no significa que no sean buenos”, y, según la editora, “parece que las pequeñas editoriales cuidan más la calidad literaria que las grandes. Nosotros sacrificamos la economía, pero nos sentimos orgullosos de la calidad que ofrecemos”.
Carlos Jiménez Arribas elogió la labor de estos editores a la hora de apostar por autores desconocidos vivos y no por meras traducciones de autores ya desaparecidos: “seguro que Falcones empezó del mismo modo”.
Al final del encuentro, se puso de manifiesto una realidad que todos los presentes coincidieron en destacar cual es la función de cantera que parecen estar ejerciendo las pequeñas editoriales en clara alusión al caso de Nocilla Dream (Candaya, 2006) y Nocilla Experience, Alfaguara, 2008), de Agustín Fernández Mallo. “El mérito en estos casos es de quien arriesga”, afirmó Carlos Jiménez Arribas.
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